vendredi 1 avril 2016

Serie diálogos improbables (3)





Domingo 15/02/2015


Sr. N.   
Sra. R., hoy, domingo, fui al mercado -está a 40metros de mi casa- compré algunas vituallas y especias, porque esta noche, "tajine marroquí"... (cordero, papas, zanahorias, nabos, arvejas...) Me gusta el mercado los domingos... ("el sordo rumor de los mercados..?") Afuera, en la explanada están los comerciantes. Libaneses, tunecinos, marroquíes, también los sikh del Penjab paquistaní et hindú, reconocibles por su turbante y sus barbas negras y abundantes, y los africanos. Venden por lo general ropas, normales o de las culturas, colores vivos con lentejuelas, hilos o bordados color oro, baratijas, perfumes (que matan), cosmética de cultura árabe, hindú o pakistaní, pilas, cubiertos, pequeñas herramientas, y una multitud de objetos para la casa, que un día seguro necesitamos y no sabemos dónde comprarlos. También están los militantes de los partidos políticos, con sus volantes, sus peticiones para firmar, y los vecinos con los que te cruzás en la calle, cuando van o vienen del trabajo, con los que la relación cotidiana es de un saludo (bonjour, ça va...? et vous..?), pero en el mercado son todos más locuaces.

Los franceses, el domingo se visten para ir al mercado, no como para una soirée, pero uno ve, las damas van bien arregladas, pintaditas, y les monsieurs todos afeitados (si no usan barba), planchados y lustrados. Entrando propiamente en el mercado, que es un edifico tipo galpón, no muy alto, con gran parte del techo con vidrios para dejar pasar la poca luz del invierno, y a un paso ya adentro, la "buvette", un mostrador donde uno se toma un cafecito en la fría mañana, cosa que hice a las 10h30, y que paulatinamente, mientras pasa el tiempo se convierte en alegre y breve borrachería (11 h15 un vecino me pregunta que tomás?) Pido un “petit blanc sec”, después invité yo, después invitamos con un tinto de Bordeaux a René, 87 años, resistente a los 15  durante la ocupación nazi, y a su nieta Nadia, y todo el beberaje sirviendo de adobo a discusiones políticas por aquí, deportivas por allí, filosóficas más allá (allí estaban los más borrachines), en fin, dejé el mostrador, y fui a hacer mis compras, mirando los puestos.

Verduleros argelinos e italianos, queseros del Cantal, de la ciudad de Aurillac -zona de trashumancia- , carnicero d'Ile de France, puesto de pescado de bretones de St Malo, marchande de vinos de la Loire, vendedora de aceitunas y especias de Marrueco, carniceras de carne de caballo (sí, sí...que herejía..!), la artesana panadera, donde compré dos "baguettes a la sans façon", pan rústico, tierno y crujiente para acompañar un camembert de esos que se escapan y "perfuman" toda una casa...

Ya empiezan a levantarse los puestos, son 12h45 la gente se fue yendo, los militantes los primeros, el "barman" está guardando el botellerío, me convida "le dernier, pour la route". Afuera, en la explanada, los comerciantes desarman las instalaciones, cargan sus camionetas entre retruécanos, chistes y risas. Volverán el martes. Y el jueves. 
Junto con el silencio vienen las nubes oscuras. Se anuncian aguaceros. Lloverá en mi corazón. Seguro.
Sra. R, mi buena amiga, en mis circunstancias actuales, que son las que son, sin más, quizás no tenga mejor cosa para exorcizar un atardecer de domingo, que escribir. Y enviarle lo escrito. Y rogar que no lo sienta banal, que le sirva, aunque más no sea un poquito, así.

Sra.R- 
Pues, aquí el viento es así, el domingo éste que no termina más es así, y el cielo se corre, y quiero que sepa que una envidia fulgurante me recorre. Sí, le envidio la vecindad y el mercadito, le envidio el invierno y su petit blan sec...

Sr. N. 
Gracias por las fotos, Sra. La primea foto: el cielo y arbustos reflejados en una superficie líquida, da un efecto abismal; las pequeñas briznas secas flotando parece una armada desplazándose, fotografiada desde un avión a siete u ocho mil metros; la segunda: ese cielo de nubes diluidas por el viento, puesto en valor por los árboles casi a contraluz; la tercera foto: el primer plano desfocado de la planta, cuyos tallos de primitiva carnívora, en vez de flores da estrellas de cinco puntas de color lila, fija la mirada en los objetos restantes, la selva de gramilla verde luminoso en contraste con el gris de las baldosas, el fragmento -casi un gesto- de maceta, el bidón, y sobre todo la regadera de cinc con un manojo de lo que parece ser rúcula, puesta a conservarse en el agua antes de cumplir con su destino de ensalada. Qué dignidad, que fineza de lo cotidiano, de lo común, de lo plebeyo. Humildes formas de la eternidad, como el corto video, sobre todo el sonido captado. No puedo dejar de escucharlo, me conmueve hondamente, remueve el alma. Como en una linterna mágica corren las imágenes de mi infancia -finales de los 40, comienzo de los 50-, mi abuelo Federico en el campo cuando eso que hoy es un suburbio era campo, íbamos a pescar ranas, el agua era de la bomba o del molino y el tanque australiano. Cuando mis viejos vivían y eran jóvenes y el canto de los pájaros, el ladrido de los perros y el sonido del viento en los árboles a la hora de la siesta eran las otras músicas.

El hecho que el video se reproduzca en bucle me instala en esa que yo creía lejana, escondida realidad de mi infancia, pero que está a flor de piel. Ve Sra. R.?, estas cosas que me ofrece son mis "envidias fulgurantes", envidia de sonidos, colores, perfumes, cielos. Por eso me estoy organizando para ir a Bs As próximamente. Si no me va a dar la tristeza, y no me lo puedo permitir. Y por sus envidias, hablaremos, usted sabe y estoy seguro que cree en que "solo la organización vence al tiempo", no le parece...?
 

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