samedi 20 février 2016

Silencio y distancia...





Como sonámbulo por las calles, su rostro transido, recuerda su voz, su aire, su donaire, su mirar huidizo que parte como flecha de dulzura para fijarse en lo hondo de uno.

Se para frente al canal Saint Martin, sobre el puente Bichat. Una peniche sale de la esclusa. Su rostro extasiado en el recuerdo: las tres cabezas asomadas al antro del "Taller de composturas de muñecas", con asombro de niños bloquean la puerta bajo el cielo plomizo de Rosario. La cabeza de la muchacha se avanza para observar mejor, su cabello lo roza.  Arrima con levedad su rostro, respira el tenue perfume de sus cabellos, se siente como un ladrón que no quiere robar, avergonzado y triste, como con miedo de tanta felicidad posible, pasajera, una ínfima fracción de tiempo por la que pasa lo inasible, lo perdido por no comenzado, el dolor de lo posible no realizado. Y siempre ese miedo de herir, ese miedo de la palabra a destiempo, los desencuentros, su irreductible respeto de los seres, ese negarse conscientemente a imponerse...Abrió los ojos, la peniche ya estaba lejos, su mirada nublada de recuerdos, lejanías, otearon el poniente rojizo. En la baranda de la pasarela una paloma hacía equilibrio. Imaginó la tibieza entre sus plumas mientras comenzaba a descender las escaleras.

Canal Saint-Martin 1.jpg

samedi 13 février 2016

...entonces, todo duele...




  Cuando el sol,
los árboles
que bailan en el viento…
  Cuando las ventanas
abiertas o cerradas,
iluminadas o no…
  La golondrina,
su nido
y la flor…
  Cuando la música, el rocío,
la niebla que envuelve o
en mitad de la noche
el estallido del silencio,
su estruendo…
  O cierto día al caer la tarde…
  O los pájaros anunciando el alba…
  Cuando la lluvia golpea alegre
como queriendo entrar,
o se desliza como letanía sobre la claraboya
de la buhardilla…
  Cuando el recuerdo de un gesto, de una palabra,
su silencio,
su lejanía,
su perfume que no me abandona…
  Entonces sí, claro…
  “Vamos,
que todo duele…”