Antípoda,
palabra que viene del griego. Seguro.
Como seguro es que
donde tengo fuertes afectos
es en las antípodas de donde habito,
afectos construidos antes de que lo fuesen
y que por aquello de los encuentros
terminan manifestándose,
como se manifestaron
hace un tiempo, recibiendo un llamado de uno de mis
afectos, Don Tiburcio (a) Alejandro, que es
parte de un afecto más numeroso, de apelativo
La Musaranga, y que me hablaba desde las antípodas,
las suyas, donde tiene su abrigo el afecto Tata,
que en ese momento amasaba pizzas parece,
seguramente por cuestiones afectivas,
si no, no amasa.
Don Tiburcio en las antípodas, por asuntos de ediciones,
no tiene problema en hablarme porque
si bien está en las antípodas, éstas
perdieron
su "charme" melancólico de otrora -la
distancia-
que se medía en lo que
tardaba en llegar
una carta de antípoda a antípoda. Hoy, la tecnología
hace
que un E-mail tarde unos segundos en ser leído
de antípoda a antípoda, y el
teléfono igualmente,
con la diferencia actual de pagar por ello
un precio
irrisorio. Lo que no es para nada irrisorio
es estar en una de las antípodas y
casi todos los afectos en la otra, ya que quizás
sea verdad lo que cantan Los
Panchos,
"Dicen que la distancia es el olvido..." aunque
uno
piense, como también cantan Los Panchos,
"pero yo no concibo esa
razón...”
Porque el que está solo en una de las antípodas,
y que como si fuera
poco no es la suya,
va de suyo que difícilmente olvide los sus afectos,
porque
precisamente, en antípoda y solo,
si olvida es que está amnésico o sea es in-imputable,
en cambio el grupo, mesmo si lo quiere, lo aprecia,
lo extraña al
que está solo,
primo: que está en su antípoda,
docio: está en banda y afectuosa,
tercio: tienen qué hacer, pueden
inventar,
tienen a quién dirigirse, tienen
problemas a resolver,
precisamente porque es un grupo.
Es
evidente que no pueden -ni deben- andar perdiendo tiempo o distrayéndose de los
problemas que hay que
resolver a diario, individuales y/o colectivos.
El solo y
de esta antípoda, bueno, tiene como todo mortal,
sus problemas, de mayor o
menor importancia.
A veces siente un cierto desamparo porque
alguno de sus problemas los son de
verdad,
no en su piel o en su orgullo sino en la suffrance de otros afectos,
y que causa el dicho desamparo.
y que causa el dicho desamparo.
Desamparo, no tener amparo. El que dan los afectos
de la
otra antípoda, resumidos en charlas,
o menos, una mirada, una mano que aprieta
un antebrazo u hombro. Un abrazo,
tan necesario a veces.
De antípoda a
antípoda, sólo es posible la palabra
escrita o hablada, y no es poco, qué va.
Si no,
sería la desolación, y aunque uno puede
con justa razón y verdad, jactarse
o alardear
o presumir de su coraza o cuero duro,
hay que saber que eso supone
poder aguantar el dolor.
Pero no evitarlo. Pero no evitarlo.
Eso estaría
en las antípodas de lo que es posible...
elprofe
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