mercredi 23 mars 2016

de antípodas y afectos






Antípoda,

palabra que viene del griego. Seguro.
Como seguro es que
donde tengo fuertes afectos

es en las antípodas de donde habito,
afectos construidos antes de que lo fuesen
y que por aquello de los encuentros
terminan manifestándose, 
como se manifestaron
hace un tiempo, recibiendo un llamado de uno de mis
afectos, Don Tiburcio (a) Alejandro, que es
parte de un afecto más numeroso, de apelativo
La Musaranga, y que me hablaba desde las antípodas,
las suyas, donde tiene su abrigo el afecto Tata,
que en ese momento amasaba pizzas parece,
seguramente por cuestiones afectivas, 
si no, no amasa.
Don Tiburcio en las antípodas, por asuntos de ediciones,
no tiene problema en hablarme porque 
si bien está en las antípodas, éstas perdieron 
su "charme" melancólico de otrora -la distancia-   
que se medía en lo que tardaba en llegar  
una carta de antípoda a antípoda. Hoy, la tecnología 
hace que un E-mail tarde unos segundos en ser leído 
de antípoda a antípoda, y el teléfono igualmente, 
con la diferencia actual de pagar por ello 
un precio irrisorio. Lo que no es para nada irrisorio 
es estar en una de las antípodas y 
casi todos los afectos en la otra, ya que quizás 
sea verdad lo que cantan Los Panchos, 
"Dicen que la distancia es el olvido..." aunque uno 
piense, como también cantan Los Panchos, 
"pero yo no concibo esa razón...” 
Porque el que está solo en una de las antípodas, 
y que como si fuera poco no es la suya, 
va de suyo que difícilmente olvide los sus afectos, 
porque precisamente, en antípoda y solo, 
si olvida es que está amnésico o sea es in-imputable, 
en cambio el grupo, mesmo si lo quiere, lo aprecia, 
lo extraña al que está solo,
primo: que está en su antípoda,
docio: está en banda y afectuosa,
tercio: tienen qué hacer, pueden inventar, 
tienena quién dirigirse, tienen problemas a resolver, 
precisamente porque es un grupo.  
Es evidente que no pueden -ni deben- andar perdiendo tiempo o distrayéndose de los problemas que hay que 
resolver a diario, individuales y/o colectivos. 
El solo y de esta antípoda, bueno, tiene como todo mortal, 
sus problemas, de mayor o menor importancia
A veces siente un cierto desamparo porque 
alguno de sus problemas los son de verdad, 
no en su piel o en su orgullo sino en la suffrance de otros afectos,  
y que causa el dicho desamparo.
Desamparo, no tener amparo. El que dan los afectos 
de la otra antípoda, resumidos en charlas,
o menos, una mirada, una mano que aprieta 
un antebrazo u hombro. Un abrazo, 
tan necesario a veces. 
De antípoda a antípoda, sólo es posible la palabra 
escrita o hablada, y no es poco, qué va. Si no, 
sería la desolación, y aunque uno puede 
con justa razón y verdad, jactarse o alardear 
o presumir de su coraza o cuero duro, 
hay que saber que eso supone poder aguantar el dolor. 
Pero no evitarlo. Pero no evitarlo. Eso estaría 
en las antípodas de lo que es posible...


elprofe