mardi 25 septembre 2012

Román Cedrón: contrabajista, luthier

Lo conozco desde 1964, trabajamos juntos desde comienzos de los 80 (siglo pasado...) Construyó su propio contrabajo. Luego , un cuarteto de cuerdas (dos violines, viola y cello). Desde hace varios años construye instrumentos barrocos. 

Algunos de sus trabajos:





Su contrabajo ,visto de atrás y luego de frente



  Violone en sol, modelo Román Cedrón
Factura: 2008

 Dessus de viole soprano, modelo Louis Guersan
Factura:2010
Violone en sol, modelo Ernst Busch (1630)
Factura: 2012



Como en un taller de luthería reina un cierto espíritu, producto de los sonidos , las maderas, una cierta estética natural de los objetos, herramientas, los colores, barnices, olores, todo presupone la música. Pocos lugares son más adecuados para el trabajo instrumental de los músicos, individual o de grupo. Exibo en algunas fotos una pálida muestra del ámbito, a través de los instrumentos de mi buen amigo Román. Desde luego, no soy fotógrafo pero tendrán que perdonarme, como dijo alguien muy querido y relativo a otros asuntos más espesos: "no pude ser mejor"




Don Alejo Carpentier, 1956

Texto de una de las innumerables crónicas que escribió -y publicó- para medios de diversos países de América Hispana el maestro Don Alejo Carpentier.

LITERATURA CANTADA
   

 Usted enciende la radio e inmediatamente es asaltado por una estruendosa guaracha cuyas palabras parecen obedecer a un inmutable proceso de fabricación. Quizás la guaracha que se difunde hoy  lo es por primera vez; quizás el auditor tiene el envidiable privilegio de escucharla en "primera audición mundial". Pero las palabras dicen siempre lo mismo, y como un hecho expreso "gozar" rima con "bailar", "pasión" con "ilusión" y con "corazón". ¿Es esto una exigencia del género guaracha o de la canción popular? Para nada. La guaracha antillesa remonta a épocas pasadas. Los diarios cubanos, anteriores a 1800 mencionan guarachas célebres. En 1882, una imprenta de la Plaza del Vapor, en La Habana,lanzaba al mercado -literalmente hablando ya que la obra era vendida junto a canastas de ananás, los terrones de azúcar y los tarros de miel- una antología de guarachas cantadas a lo largo del siglo XIX, cuyas palabras eran maravillas del espíritu criollo, de malicia penetrante, de trazos morales en tono menor ( de deliciosa inmoralidad). Evocaban a las mulatas de vida ligera con sus ornamentos y sus brazaletes, sus jovencitos ridiculamente elegantes y pretenciosos de la época colonial, los tipos pintorescos de la ciudad, descritos en cuartetas escritas para ser cantadas al ritmo de la clave y las maracas...¿Por qué razón las guarachas actuales son tan estúpidas, por qué sus rimas son tan monótonas y sus palabras tan vulgares..?El mal parece generalizarse en el dominio de la música popular:centenas de boleros, de canciones, de melodías danzantes arrastran con ella el paso desesperante de la banalidad, siempre calcadas unas de otras, con las mismas expresiones, las mismas imágenes fáciles, la misma poesía de tarjeta de año nuevo.

   Se dirá que la música bailable de carácter popular no se asocia a la buena literatura. Eso es falso, ya que hay magníficos poetas actualmente, que han escrito y escriben, textos de canciones con un extraordinario resultado. Las canciones de Jacques Prévert, por ejemplo, concebidas para ser musicalizadas por compositores populares, obtuvieron un suceso mundial. La talentosa Juliette Greco interpreta actualmente en un cabaret de París -"La Villa d'Este"- una serie de canciones con palabras de Raymond Queneau, Robert Desnos et del mismo Prévert. Bertolt Brecht, en Alemania, ha escrito admirables canciones populares. Germaine Montero incluye en su repertorio frívolo una canción  de Jean-Paul Sartre. Pueden creerme si afirmo que esas composiciones cantadas sobre una músicas de blue, de fox, de tango, de jazz no tienen nada de "intelectuales"..! No inspiran angustias metafísicas ni profundas meditaciones a los que escuchan al borde de las pistas de baile, una copa en la mano. Sin embargo esas canciones "dicen algo"; son espirituales, poéticas, humorísticas, amorosas, cínicas  según el caso, sin usar las eternas rimas de "gozar" y "bailar", "pasión" e "ilusión"...

El tango clásico a lo Gardel, con todo lo que su expresión le debe al cabaret, con su galería de ladrones, asesinos por amor, esas mujeres que "darían cualquier cosa por un vestido de percal", tenía una atmósfera, un aroma que no tienen más las guarachas que nos agreden todas las horas del día, desde los parlantes de la radio. Y tenemos la prueba  que el género atraviesa una crisis en el hecho que un Pérez Prado ha querido resolverla por el absurdo, utilizando el "non sense" de la extravagancia verbal, con una audacia que le confiere, al menos, el mérito del humor.


                                                                                 Alejo Carpentier, 1956
                                                                                 El Nacional, Caracas
                                                                                 Gallimard, 1993

Traduc.: elprofe