dimanche 11 septembre 2011

El tango los tangos 2º (1920)


   El tango ha perdido su inocencia - como Buenos Aires, que se ha convertido en una de las diez metrópolis más grandes del mundo – y evoluciona en el contexto de un país en pleno desarrollo, con estructuras democráticas, en el que el presidente de la república –Torcuato T. De Alvear- va solo y caminando desde la casa de   gobierno hasta el café Tortoni para escuchar a los jóvenes poetas que presentan sus trabajos literarios (dixit Tuñón). Esta década eufórica termina con el  crash económico mundial de 1929 y el subsiguiente golpe de estado militar que derroca al viejo presidente Hipólito Yrigoyen. Comienza uno de los períodos más duros del siglo, con su  cortejo de represión obrera, desocupación masiva, la humillación de las sopas populares, la reducción de los derechos cívicos de los ciudadanos y, en 1933 el pacto Roca-Rucinan que transforma económica y políticamente al país en una casi factory de Inglaterra.

Los tangos de este período, llamado  década infame, reflejan - con acritud y hasta cinismo - el desamparo, el sufrimiento y el desencanto que sumerge a la sociedad argentina. Esa atmósfera moral irrespirable,  que la mayoría de los intelectuales oficiales se niegan a mostrar en sus trabajos,  es expresada magistralmente por Discépolo, cuyos tangos reflejan la visión escéptica y amarga de su tiempo. También Roberto Arlt, a través del periodismo y de su obra literaria y teatral, pone de manifiesto ese clima de opresión.
Luego de un golpe militar confuso en su comienzo (1943), y que termina tres años después, en 1946  el General Juan Domingo Perón gana las primeras elecciones libres y sin fraude desde 1928. El tango, a favor de una política cultural adecuada, se desarrolla: el disco, la radio, el cine lo difunden por toda América Latina. En Buenos Aires florecen las milongas  y los locales en los que desde las tres de la tarde hasta las tres de la madrugada se puede escuchar grupos u orquestas de calidad remarcable. Los antiguos clubes de football creados por los obreros y empleados de los ferrocarriles ingleses, se transformaron con el tiempo en centros barriales de cultura popular. La gran afluencia de público, el clima de participación popular, hacen que estas estructuras se conviertan en terreno fértil para las orquestas amateurs integradas por los jóvenes músicos que serán los protagonistas de la explosión creadora de la llamada “época de oro del tango”.
Cada vez más presente en la vida ciudadana, el tango de esa época expresa las interrogaciones de la sociedad y sus posibles respuestas. Es la expresión de la sensibilidad de toda una comunidad y su contorno sonoro. Pero en 1955, un golpe de estado militar trae otra vez al poder  a la vieja oligarquía  reaccionaria, frenándose de esa manera el desarrollo del país – un país que era en ese momento políticamente libre, socialmente justo y económicamente soberano, cuyo gobierno era apoyado por la mayoría de la población. Comienza entonces en la Argentina lo que se llamó en ese momento -1958 - el “desarrollismo”: una política marcada por fuertes inversiones de capitales multinacionales extranjeros, y la entrega a ellos de los mercados, en las industrias químicas, el acero, el petróleo etc. El dictat cultural planetario, favorizado por el avance tecnológico empieza a imponer su cortejo de valores alienantes. El corte cultural que se produce es brutal. La euforia consumista de la clase media impone el rock y la pop, y los que consideraban que el tango era “su” música quedaban relegados al papel de anacrónicos que vivían en el pasado.

Pero el tango va a vivir múltiples resurrecciones. Una lenta evolución, de contradicción en contradicción, lo lleva a ser reconocido como uno de los elementos fundamentales de la identidad cultural de los argentinos. El “espíritu urbano” que le es caro resurge en ciertas formas literarias, en la pop y en el rock, dándoles una textura nacional; en los años 60, grupos como Manal, Almendra, artistas como Lito Nebia o Alberto Spinetta entre otros,  son los talentosos intérpretes de esa lenta evolución. Los enfrentamientos de la sociedad Argentina no encontraron respuestas en el tango oficial de la época, que se repartía el acceso a la difusión entre el viejo “vanguardismo” pretencioso y algunas experiencias malamente comerciales y vacías que podemos catalogar como el “tango de los militares”.
Pero otra corriente musical, expresión del subconsciente colectivo, que no buscaba “hacer tango” pero que estaba impregnada de su espíritu, había perdurado. El panorama de crisis, de búsqueda y de enfrentamiento que sacude a la sociedad argentina – todavía en formación – refleja una nueva fase de la historia extraordinariamente fecunda de ese país. El tango, a su imagen y semejanza es “una posibilidad infinita”.*

Villejuif,invierno 2004

Miguel Praino

 

 * Leopoldo Marechal

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