samedi 1 octobre 2011

ALEJANDRO DOLINA

Un texto de Dolina, con respeto y admiración


Gomez Re, el transformador del tango
de "Crónicas del Angel Gris", por Alejandro Dolina. Ilustración de Carlos Nine.


    El arte nuevo --decía Ortega-- es impopular por esencia. Y no es que las muchedumbres no gusten de él. Sucede en verdad que no lo entienden.
    Al parecer, los géneros de vanguardia van dirigidos a una minoría especialmente educada. Por eso despiertan irritación en la masa.
    Cuando a uno no le gusta una obra, pero la ha comprendido, se siente superior a ella y no hay motivo de encono. Pero cuando el disgusto que la obra provoca nace de no haberla entendido, queda uno como humillado, con una sensación de inferioridad que necesita compensarse con muestras de indignación.
    Hasta aquí Ortega y Gasset. Ya sin su ardua ayuda, podemos sospechar que muchos artistas aspirantes, habiendo comprendido los argumentos sobredichos, buscan la incomprensión como si se tratara de un valor estético. En ciertas circunstancias no es mala idea: muchas veces la desorientación de los pajarones es señal de que se está recorriendo el camino correcto.
    Sin embargo, buscando alejarse del entendimiento general, hay quienes se extravían en los distritos del mamarracho.
    No es muy audaz colocar el tango en el molde de estos criterios. Los tangos nuevos también son impopulares. El público y la crítica han dividido su opinión entre una minoría que los acepta y una mayoría que lo odia. Así se ha generado una de las polémicas más aburridas de la historia del pensamiento humano.
    En los años dorados del barrio de Flores, las almas sencillas disfrutaban los tangos sin análisis, sin doctrina y sin militancia. Un joven escuchaba
Sueño Querido  y se quedaba tan fresco, sin otras cavilaciones que las que podía sugerirle la modesta letra.
    Después, los Refutadores de Leyendas hallaron que los viejos tangos perjudicaban la pavimentación general y el funcionamiento de los motores eléctricos.
    --
La velocidad de los modernos medios de transporte exige la creación de tangos adecuados  --señalaban.
    Ya se sabe que algunos sectores de la población --los farmacéuticos, por ejemplo-- son muy sensibles a las alegorías con aviones y carretas; por eso aceptan con entusiasmo transformar su alma cada vez que se extiende la red de subterráneos.
    En los bailes y teatros, los Refutadores interrumpían a los cantores para preguntar qué sentido tenía llorar el amor perdido en un mundo en el que existe la licuadora.
    Lo extraño del caso es que estas argumentaciones fueron aceptadas por los artistas tangueros con resignación y vergüenza. Muchos de ellos procuraron entonces situar sus obras --y hasta sus personas-- a la altura del progreso con un entusiasmo menos adecuado para el arte que para las Sociedades de Fomento.
    Sin embargo --como siempre ocurre-- el verdadero artista aparece por la puerta menos prometedora.
    Vale la pena que recordemos hoy a Néstor Gómez Re, el transformador del tango.
    En realidad, era un músico corriente que vivía en la calle Fray Cayetano. Tocaba el bandoneón con cierto decoro y dirigía un modesto sexteto. Tal vez el demasiado trato con estudiantes de derecho, psicólogos, operadores de radio y anestesistas acabó por avergonzarlo de su profesión. Cuando los primeros músicos proclamaron la nueva fe transformadora, él se entregó apasionadamente a ella. Es posible que al principio no comprendiera demasiado: cuentan que se limitaba a ocultar y disimular el tango que tocaba, con hábiles circunloquios musicales. El público inocente recibía aquellas creaciones como adivinanzas.
    - ¡Es "El esquinazo"...!
    - No hombre...¡"El Torito"...!
    - Para mí, es "Corralera"...
    Pero con el tiempo, Gómez Re encontró su propia forma de romper con las formas establecidas.
    Viendo que casi todos los creadores novedosos competían en el bizantinismo de los arreglos musicales, él pensó en la posibilidad de hacer arreglos en las letras.
    No suponga el lector sencillas correcciones de los versos menos felices. La innovación iba mucho mas lejos.
    Por empezar, al cantor convencional se le agregaba un coro que comentaba o glosaba la acción central del relato tanguero, siguiendo líneas musicales de contrapunto, o aprovechando pasajes, contestaciones, partes de violín o meros firuletes caprichosos.

MI NOCHE TRISTE:

    Cantor solista : Percanta que me amuraste
      Coro:
Sin ninguna razón
    Conator solista:
En lo mejor de mi vida
      Coro:
En plena juventud
    Cantor solista:
Dejándome el alma herida
                y espinas en el corazón...
      Coro:
Mi pobre corazón y lo que es más...
    Cantor solista:
Sabiendo que te quería,
                 que vos eras mi alegría
                 y mi sueño abrasador
      Coro:
Brasa y abrazo soñador
    Cantor solista:
Para mi ya no hay consuelo
        Coro:
No.
    Cantor solista:
Y por eso me encurdelo
        Coro :
Sí.
    Cantor solista:
Pa'olvidarme de tu amor.
      Coro:
Sigamos por favor....
    A veces, el propio cantor interpretaba letra y músicas transformadas, agregando notas o simplemente cantando las variaciones como en:

AMURADO:


    Una noche más tristona
    que la pena que me embarga en esta triste situación
    ví que tomó su bagayito y amurado me dejó;
    se las tomó sin saludar con la mayor resolución.
    No le dije una palabra
    ni el más mínimo reproche, ni la sombra de una queja;
    la miré que se alejaba
    y pensé: qué mala suerte, para mí todo acabó.
    Muy pronto Gómez Re comprendió la necesidad de aceptar la colaboración de un poeta. A falta de otros postulantes, se resignó a trabajar con Carlos M. Caron, un escritor de Liniers experto en novelas policiales. De este modo, nacieron los Tangos de Detectives, expresión breve y musicalizada de la Colección Rastros.
    Naturalmente, los misterios propuestos no eran demasiado complejos. Sin embargo, algunos temas aparentaban cierta dignidad.
¿Quien mató al Pardo Ramírez?, Sangre junto al buzón, El testigo insobornable, y la milonga Chantaje en Villa Lugano, fueron los más logrados.
    Reproduciremos, seguidamente, algunas líneas de inexplicable eficacia:
Ceba raro el morocho, observó el cana,
cacha siempre la pava con la izquierda...
                    El asesino zurdo

No crea que me llevo de chimentos:
lo batieron sus huellas digitales
                    La gringa impía

La vida y la cana se burlan de mí, me acusan de un crimen que no cometí...
                    Falsas pruebas
    Los Tangos Infantiles no pasaron del primer intento. Eran tanguitos de hadas y de ogros reos, con princesas encerradas en galponcitos de La Paternal.
    La codicia los llevó más tarde a componer una serie de Tangos Pornográficos como
Entre los Yuyos, El Barbudo, y Que Nunca te Falte.
    Los autores tradicionales del barrio, como Anselmo Graciani, se oponían enconadamente al trabajo de Gómez Re.
    Manuel Mandeb tuvo la mala idea de organizar una mesa redonda con la presencia de tradicionalistas y renovadores, en las instalaciones del club J.M.Bosch de Villa Excelsior. El título del debate fue:
¿Qué es el tango?
    De entrada, nomás, Ives Castagnino postuló la definicíon ostensible.
    --
El tango es esto  --dijo.
    Tocó
El Apache Argentino  con su guitarra y se fué dando un portazo.
    Muy pronto se perfilaron dos criterios opuestos. Uno restringido, que acotaba el género con rígidas exigencias. Otro amplio, que extendía el tango hasta el confín del universo. De este último sector proviene el "pantanguismo", escuela que sostiene que todo es tango, lo que significa al mismo tiempo que nada lo es.
    La discusión terminó con la oportuna intervención de la policía, repartición que tiene ideas propias acerca de la música popular.
    Desde aquella noche Gómez Re empezó a interesarse por las discusiones y a descuidar su vida artística. La preparación de mortíferos silogismos le restó tiempo para tocar el bandoneón. Sus últimas actuaciones consistían redondamente en conferencias.
    A decir verdad, son muchos los que hoy padecen un vicio semejante. Más fácil es encontrar ensayistas o historiadores tangueros que cantores o guitarristas.
    Ante la defección de Gómez Re, otros artistas tomaron la antorcha.
    Un grupo de la calle Caracas cambió primero los instrumentos, luego el ritmo, mas tarde las letras y, finalmente el nombre mismo del tango, al que llaman rock.
    Los profesores universitarios, los sociólogos, y los pisaverdes se declararon partidarios de Gómez Re y sus sucesores, y lo nombraban a cada párrafo en sus charlas y peroraciones.
    En toda clase de actos públicos se anunciaba la muerte de los tangos viejos y su reemplazo por el Neotango Internacional, que arranca lágrimas a los belgas arruespes.
    Confinados en reducidos cenáculos, los Retrógrados del Ayer solicitaban la prohibición de los tangos posteriores a 1940.
    Gómez Re se retiró para siempre y no volvió a actuar en público. El ruso Salzman juraba haberlo visto en una cervecería de Los Toldos, tocando sin adornos el tango
Milonguita .
    Los enfrentamientos polémicos siguen hasta hoy.
    Nadie parece haber reparado en algo terrible: el tango nuevo ya es viejo. Si se trata de juzgar que el arte no es eterno y mas aún, que ni siquiera dura mucho, es necesario confesar que las invenciones renovadoras son ya lugares comunes.
    ¿Por qué no aparecen nuevos demoledores para hacer probar a los Gómez Re su propia medicina?
    Las reflexiones iniciales de Ortega son de 1919. ¿Es que tan luego el arte nuevo, que auspiciaba el desalojo de las formas clásicas, pretenderá quedarse para siempre?
    Temo que a espaldas de los bandos tangueros, las multitudes se han ido a casa.
    La única esperanza está en la aparición del artista. Ese que se presenta por la puerta menos prometedora y sin doctrina ni explicaciones, llega al rincon más secreto del alma.
    Las buenas gentes de estos tiempos deshilachados no pierden la esperanza.


© Ediciones de la Urraca, S.A.

dimanche 11 septembre 2011

El tango los tangos 2º (1920)


   El tango ha perdido su inocencia - como Buenos Aires, que se ha convertido en una de las diez metrópolis más grandes del mundo – y evoluciona en el contexto de un país en pleno desarrollo, con estructuras democráticas, en el que el presidente de la república –Torcuato T. De Alvear- va solo y caminando desde la casa de   gobierno hasta el café Tortoni para escuchar a los jóvenes poetas que presentan sus trabajos literarios (dixit Tuñón). Esta década eufórica termina con el  crash económico mundial de 1929 y el subsiguiente golpe de estado militar que derroca al viejo presidente Hipólito Yrigoyen. Comienza uno de los períodos más duros del siglo, con su  cortejo de represión obrera, desocupación masiva, la humillación de las sopas populares, la reducción de los derechos cívicos de los ciudadanos y, en 1933 el pacto Roca-Rucinan que transforma económica y políticamente al país en una casi factory de Inglaterra.

Los tangos de este período, llamado  década infame, reflejan - con acritud y hasta cinismo - el desamparo, el sufrimiento y el desencanto que sumerge a la sociedad argentina. Esa atmósfera moral irrespirable,  que la mayoría de los intelectuales oficiales se niegan a mostrar en sus trabajos,  es expresada magistralmente por Discépolo, cuyos tangos reflejan la visión escéptica y amarga de su tiempo. También Roberto Arlt, a través del periodismo y de su obra literaria y teatral, pone de manifiesto ese clima de opresión.
Luego de un golpe militar confuso en su comienzo (1943), y que termina tres años después, en 1946  el General Juan Domingo Perón gana las primeras elecciones libres y sin fraude desde 1928. El tango, a favor de una política cultural adecuada, se desarrolla: el disco, la radio, el cine lo difunden por toda América Latina. En Buenos Aires florecen las milongas  y los locales en los que desde las tres de la tarde hasta las tres de la madrugada se puede escuchar grupos u orquestas de calidad remarcable. Los antiguos clubes de football creados por los obreros y empleados de los ferrocarriles ingleses, se transformaron con el tiempo en centros barriales de cultura popular. La gran afluencia de público, el clima de participación popular, hacen que estas estructuras se conviertan en terreno fértil para las orquestas amateurs integradas por los jóvenes músicos que serán los protagonistas de la explosión creadora de la llamada “época de oro del tango”.
Cada vez más presente en la vida ciudadana, el tango de esa época expresa las interrogaciones de la sociedad y sus posibles respuestas. Es la expresión de la sensibilidad de toda una comunidad y su contorno sonoro. Pero en 1955, un golpe de estado militar trae otra vez al poder  a la vieja oligarquía  reaccionaria, frenándose de esa manera el desarrollo del país – un país que era en ese momento políticamente libre, socialmente justo y económicamente soberano, cuyo gobierno era apoyado por la mayoría de la población. Comienza entonces en la Argentina lo que se llamó en ese momento -1958 - el “desarrollismo”: una política marcada por fuertes inversiones de capitales multinacionales extranjeros, y la entrega a ellos de los mercados, en las industrias químicas, el acero, el petróleo etc. El dictat cultural planetario, favorizado por el avance tecnológico empieza a imponer su cortejo de valores alienantes. El corte cultural que se produce es brutal. La euforia consumista de la clase media impone el rock y la pop, y los que consideraban que el tango era “su” música quedaban relegados al papel de anacrónicos que vivían en el pasado.

Pero el tango va a vivir múltiples resurrecciones. Una lenta evolución, de contradicción en contradicción, lo lleva a ser reconocido como uno de los elementos fundamentales de la identidad cultural de los argentinos. El “espíritu urbano” que le es caro resurge en ciertas formas literarias, en la pop y en el rock, dándoles una textura nacional; en los años 60, grupos como Manal, Almendra, artistas como Lito Nebia o Alberto Spinetta entre otros,  son los talentosos intérpretes de esa lenta evolución. Los enfrentamientos de la sociedad Argentina no encontraron respuestas en el tango oficial de la época, que se repartía el acceso a la difusión entre el viejo “vanguardismo” pretencioso y algunas experiencias malamente comerciales y vacías que podemos catalogar como el “tango de los militares”.
Pero otra corriente musical, expresión del subconsciente colectivo, que no buscaba “hacer tango” pero que estaba impregnada de su espíritu, había perdurado. El panorama de crisis, de búsqueda y de enfrentamiento que sacude a la sociedad argentina – todavía en formación – refleja una nueva fase de la historia extraordinariamente fecunda de ese país. El tango, a su imagen y semejanza es “una posibilidad infinita”.*

Villejuif,invierno 2004

Miguel Praino

 

 * Leopoldo Marechal

El tango, los tangos... (1)



Indudablemente el tango contiene elementos de la música afro-cubana como la habanera y el danzón. Para ciertos autores “milonga” es una palabra africana.  En relación a la música creemos, con don Alejo Carpentier, que la “manera de hacer” de los africanos que  españoles, ingleses, franceses y holandeses trajeron como esclavos a América a partir del siglo XVl  hace al origen de numerosas especies musicales del continente. El Brasil, Cuba y todo el Caribe, el jazz de Estados Unidos son prueba fehaciente de ello. Se pueden encontrar elementos rítmicos comunes en especies musicales tan diversas como la beguine de Martinica y Guadalupe,el cake-wal, el rag-time en EE.UU., la milonga rioplatense, pampeana y del sur de Brasil, la habanera y el danzón en Cuba, la maxixe en Brasil.
Por otro lado, España aportó elementos que encontramos en las danzas y cantos del folklore de gran parte de Hispano América. Quizás el más importante de esos aportes fue la guitarra. Esa otra voz del gaucho, con la que se acompañaban los payadores, cantores que improvisaban, a veces por “décimas”, a la manera de los trovadores o de los “vertsolaris” de la tradición basca. La “payada” era por lo general una controversia cantada e improvisada cuyo tema podía ser filosófico o de actualidad.

Hacia 1880, Buenos Aires deja de ser la gran aldea. Se ha convertido en la Capital Federal, marcando así el triunfo de la burguesía porteña sobre las provincias y la inserción de la pampa húmeda en el circuito económico trans-atlántico. La élite dirigente, con el fin de llevar a cabo su proyecto de país agro-exportador, efectúa los cambios estructurales necesarios a la división internacional del trabajo impuestos por las naciones industrializadas europeas. La Argentina se convierte en el “granero del mundo” conformemente a las necesidades de materia prima de los países europeos, sobre todo Inglaterra, que invierte sumas considerables en transportes en general (ferrocarriles en particular), gas, electricidad, puertos , agricultura y ganadería. Es el comienzo de una cierta industrialización, de la instalación de los primeros frigoríficos, de la extensión de la ciudad englobando los pequeños municipios como Flores, hasta ayer a las puertas de la pampa. Manufacturas, industrias , comercios, se desarrollan y los habitantes del campo comienzan a poblar los suburbios de la gran ciudad, aportando entre otras cosas, algunos de sus sistemas de valores.
Al mismo tiempo, entre 1870 y 1920, hay un enorme flujo de inmigrantes –3.50000 es el saldo positivo  de ida y  vuelta- en gran parte italianos y españoles, pero también alemanes, franceses, judíos de Rusia, Polonia, Ucrania, Estonia, que huyen de los frecuentes pogroms; turcos, sirios, libaneses, armenios o gitanos de la “mitel Europa” . La población pasa de 670.000 habitantes enh 1900 a 1.600.00 en 1920.
Es en ese suburbio del mundo- adonde se venía a “fare l’América”,  casi siempre con un billete de ida solamente- que, del encuentro de esas familias, de esos hombres, solos casi siempre, surgiría de un verdadero sincretismo cultural, esa danza, esa música, esa poesía que es el tango.
El encuentro de dos heridas, de dos  exilios - el interior y el exterior-, se realiza en la periferia de la ciudad, en esa cintura que llamamos arrabal.
Los paisanos que arriaban los animales hacia los mataderos, los inmigrantes que no encontraban el “eldorado” prometido y soñado, se  encuentran , se afrontan, fraternizan en los conventillos , enormes barracas donde se alquilan cuartos para familias o no, con baño y piletón de lavar de uso común. 
Allí habitaba, amaba , sufría, “la resaca social de cien naciones”*, trabajadores, anarquistas, putas, cafhisos, cuchilleros, artesanos, ladrones... Por una moneda el organito con o sin cotorra de la suerte, hacían sonar en los patios mazurcas, valses, polcas y, un día, del misterio sonoro de esa caja brotaron los tangos primeros.

El burdel, como hoy las Casas de la Cultura o los Centros Comunitarios y/o Culturales,   eran lugares de encuentro. A la esperanza del placer sexual, se agregaba el juego, el alcohol, las peleas, el baile, la omnipresencia del tango, y, sobre todo, la necesidad de olvidar por un rato la soledad. A miles de kilómetros de Buenos Aires, en otro país de aluviones inmigratorios – los EE.UU.- el ragtime de los “saloons” cumplía la misma función que su primo-hermano,   el tango.

A este periodo de relativa prosperidad económica corresponde un proceso político que en 1912, con la Ley Sáenz Peña, acuerda por primera vez en América Hispana el derecho de voto a boletín secreto y obligatorio, a todos los hombres mayores de 18 años. Es así que las clases medias, los hijos de inmigrantes y gauchos acceden relativamente al poder.
En 1916 Hipólito Irigoyen, candidato del Partido Radical –el movimiento popular y progresista de la época- es elegido Presidente de la República. Ya en 1904 Buenos Aires –por el barrio de La Boca-  había elegido a Alfredo Palacios, primer diputado socialista de América. Esta clase media y una parte importante del proletariado pasarían a ser los  protagonistas de una cultura urbana.

Primeras transformaciones del tango

Hacia 1920 ciertas características del tango están ya fijadas. Los músicos tienen una buena formación técnica y el bandoneón se transformó en el instrumento principal del género. Inventado por el alemán Heinrich Band, el instrumento llega al país hacia el fin del siglo XIX. No más que para los otros elementos constituyentes del tango, ninguna versión es segura. Y no son pocas estas versiones , desde la del alsaciano misterioso que llega a Buenos Aires con el instrumento hasta la del marinero alemán que lo aporta a las pequeñas y muy pobres capillas del culto protestante, en función de remplazar el armonio que por lo general faltaba.  Como dijo Borges de otro asunto: “suscribo a esa hipótesis, y a cualquier otra...**
Lo más importante es el encuentro decisivo entre la misteriosa sonoridad del instrumento y su adecuación a esa forma de expresión , que lo convierte en otra de las voces del tango.
Otra voz -y quizás La Voz- fue la de Carlos Gardel. Nacido en Toulouse en 1887 llega a la Argentina a la edad de tres años. Cantó desde su adolescencia en las provincias y en los suburbios. A partir de 1911 desarrolla su talento junto a José Razzano interpretando el repertorio popular y criollo, en parte anónimo. Este  cancionero influenciado por el romanticismo literario trataba como temas la naturaleza, las penas de amor, el amor filial, la valentía, utilizando una  escritura de mucha fineza y calidad. Es en 1917 que , entre gatos, valses, zambas, estilos y tonadas – todos ritmos criollos- Gardel canta los primeros versos de un tango, el primer tango, escrito por Pascual Contursi, poeta, cantor y dramaturgo. Y ese tango que hasta ese momento era danza y música , iba a ser también canción, creación de un área cultural determinada  que va a expresarse en sus versos y a afirmar su originalidad. Ya que, si como lo afirma Pichon Rivière “el tango es la primer cosa que los argentinos crearon sin pedirle permiso a Europa”, la literatura hispano-americana había creado ya el modernismo que influenció a la literatura europea. Las obras del poeta nicaragüense Rubén Darío y las del cubano José Martí -poeta y hombre político- son la síntesis de este modernismo literario.
Pero es Gardel que por su voz abre el camino a los escritores populares, hijos de inmigrantes, desdeñados por los medios detentores del poder económico y cultural. Numerosos escritores, dramaturgos y periodistas comienzan a tener un suceso cierto. Algunos que podemos nombrar, como Samuel Linning, Manuel Romero, José González Castillo, Francisco García Jiménez, Héctor Pedro Blomberg.
A partir de 1920 una pléyade de poetas serán los fundadores de una verdadera literatura del tango, Podemos también citar, entre otros, a Celedonio E. Flores(1896/1947), Enrique Cadícamo (1900/1999),Enrique Santos Discépolo (1901/1951), Cátulo Castillo (1906/1975), Armando Tagini (1906 / 1962),  Homero Manzi (1905/1951), Francisco García Gimenez (1899 / 1983). Todos son intelectuales marginales con respecto a las estructuras oficiales de la cultura pero son ellos los que van a expresar los valores, los sentimientos, las angustias y las esperanzas de la sociedad que los cobijó. Los poetas del tango, contrariando a Platon tuvieron “droit de cité”, ganado por “prepotencia de trabajo”***, y no por concesión de alguna autoridad oficial.

Las primeras transformaciones del tango aparecen junto a una nueva generación de músicos que llegan con una muy buena formación musical e instrumental, y que será nombrada como “guardia nueva.
El bandoneón cuenta ya con sus virtuosos  –Pedro Láurenz, Pedro Mafia, Minotto Di Cicco, Carlos Marcucci...que ponen de manifiesto sus posibilidades. Violinistas como Julio De Caro, Elvino Vardaro, Agesilao Ferrazzano,  Cayetano Puglisi, compositores y directores de orquestas hacen aportes valiosos al tango.

                                        Miguel Praino
                                   Villejuif,invierno 2004



*    “Arrabal salvaje”, de Celedonio E. Flores
**    Jorge Luis Borges , prólogo de “Cosas de negros”, de Vicente Rossi
***  Roberto Arlt